El Daño Cerebral Adquirido es una lesión repentina en el cerebro. Se caracteriza por su aparición brusca y por el conjunto variado de secuelas que presenta según el área del cerebro lesionada y la gravedad del daño. Estas secuelas provocan anomalías en la percepción y en la comunicación, así como alteraciones físicas, cognitivas y emocionales.
La principal causa de Daño Cerebral Adquirido es, en un 78% de los casos, el ictus; seguida de los traumatismos craneoencefálicos y enfermedades como las anoxias, los tumores cerebrales o las infecciones.
Los ictus, también llamados accidentes cerebrovasculares (ACVs), se producen por la interrupción más o menos repentina del flujo sanguíneo en una zona del cerebro. El 44% de las personas que sobreviven a un ictus desarrollan discapacidad grave por el daño resultante.
Cuando el origen de la lesión cerebral es un golpe, hablamos de traumatismo craneoencefálico (TCE). En función del nivel de la pérdida de conciencia y la duración de ésta, el daño cerebral resultante será más o menos grave. Muchos de los traumatismos craneoencefálicos que causan daño cerebral adquirido se producen por un accidente de tráfico. Otras situaciones que pueden provocar un traumatismo craneoencefálico son accidentes laborales, caídas o agresiones físicas.
Por otro lado, los tumores cerebrales pueden producir daño cerebral cuando destruyen células del cerebro. También pueden causarlo si crean inflamación, presión o un edema cerebral.
Otras posibles causas de daño cerebral adquirido son anoxias cerebrales (una falta de oxígeno temporal en el cerebro) o infecciones (por ejemplo, infección por herpes virus).
Sea cual sea su causa, el Daño Cerebral Adquirido puede tener una gran diversidad de secuelas, que variarán enormemente en función de la persona afectada, de la intensidad y duración de la lesión, y del tiempo que se tardó en ser atendido en el centro hospitalario. Según las áreas de rehabilitación que las trabajan, las secuelas del Daño Cerebral Adquirido pueden clasificarse en siete grandes áreas: nivel de alerta, control motor, recepción de información, comunicación, cognición, emociones, y actividades de la vida diaria.